HWC nace de un sentimiento colectivo, influenciado y gestionado por el ritmo y las rutinas sociales cotidianas, centradas en la dualidad ocio / trabajo, eje de nuestros tiempos, y el análisis de la repercusión de tal estilo de vida en nuestra salud. Comprendiendo que la amable alienación capitalista de la que disfrutamos es un complejo tejido de trampas, en forma de ley de oferta y demanda, aplicada a todos los aspectos que nos permiten convivir en sociedad como individuos, bajo lo que entendemos como “dignamente”.

Nos detenemos frente al paradigmático sometimiento de nuestra construcción como humanos frente al monstruo aplastante que es la rutina hipermoderna. Como interesante experimento con el que comienza esta deriva, se han puesto en común los análisis y reflexiones de cuatro personas distintas, de diferentes sexos, edades y procedencias, que concluyen en la falta de relevancia de momentos de autocontemplación y pausa de la ajetreada rutina.

La extraña y absurda metodología pseudo-espiritual con la que nos seduce el sistema capitalista nos invita de nuevo a ser aceptados por el universo wellness, asegurándonos de manera ultracomercial y supercosificada una relación físico-psicológica envidiada por los dioses.
Puestas a nuestro servicio en formatos ya obsoletos, matéricos, palpables… ¿Quién tiene tiempo y ganas de tocar nada? Asistir a actividades espirituales de grupo o deportivas es una opción que lejos de ser algo, muchas veces, abarcable, también es antinatural o forzada en nuestro calendario de quehaceres, convirtiendo lo que debería ser una situación de disfrute y liberación en una automatización insípida más de nuestro tiempo.

Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos.
En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo. Hombres ciegos y de escaso talento, quisieron ser más sabios que su dios; hombres débiles y despreciables, quisieron rehabilitar lo que su dios había maldecido. Yo, que no me declaro cristiano, economista ni moralista, planteo frente a su juicio, el de su Dios; frente a las predicaciones de su moral religiosa, económica y libre pensadora, las espantosas consecuencias del trabajo en la sociedad capitalista.1

Nuestro movimiento frente al asombro de tales estructuras es responder bajo las mismas estrategias de un mercado plataforma / web enfocado a todo rango de clases, bajo una aceptada imagen Zen / ultrafuturista (al fin y al cabo, la competencia es una piedra angular de la democracia). Como falsa corporativa generamos el portal HWC, el cual funciona a modo de pseudo-archivo sanatorio cyber-chamánico en formato de amables cápsulas interactivas, contenedoras de las maravillosas micro-rutinas, a modo de píldoras. Juegos visuales relajantes, ASMR, sala del infinito, pasajes sonoros como mantras, meditaciones guiadas a medida, etc. Una sucesión de breves encuentros con las sensaciones de tu yo virtual, o mucho más que eso, con tu yo virtual espiritual.
Como explicamos anteriormente, comprendemos el funcionamiento básico del sistema y lo lejos que queda huir de manera antagónica de él, por lo que nuestro valor de cambio para el cliente, es decir, su crédito, será su tiempo, el tiempo que invierta en realizar nuestros rituales (un crédito simbólico que nutre esta empresa) que se les mostrará en la web en formato temporizador.

1 Lafargue, P. (2013) El derecho a la pereza. Madrid: Maia Ediciones.

Surge así un mecanismo absurdo basado en la premisa de Lafarge, cuya visión sobre la labor de los trabajadores determina que su productividad los empobrece. El cliente recibe estímulos de imágenes y audios de contenido apropiado, siendo incluso el logotipo es un elemento autogenerado, reafirmando así el discurso. Dicho crédito podrá ser utilizado, tras finalizar uno de los recorridos posibles. Se le ofrecerá la posibilidad de acceder a nuestra boutique para poder canjear su tiempo y obtener el fetiche, el CERTIFICADO, ese símbolo sagrado en el cual fundamentamos nuestras posibles aspiraciones de futuro profesional, con el cual ahora además garantizamos nuestros progresos más íntimos y trascendentales al más puro estilo welcome pack.

Induciendo subliminalmente en el individuo procesado por HWC la justa dosis de destrabe momentáneo, para seguidamente poder continuar soportando la dura vida de la clase media, blanca, occidental, etc., se convierte tal proceso de transformación vital en un manifiesto absurdo que fomenta el aislamiento social y el recogimiento de valores posmodernos extremos, resultantes del “holocáustico” hackeo financiero que afecta nuestro posicionamiento en sociedad, nuestras relaciones personales y nuestro abanico de posibilidades electivas para afrontar la vida en general.
Este enfrentamiento entre lo espiritual y lo matérico en formato web, bajo las intenciones anteriormente indicadas, postula una relación humana / postinternet de absoluta abyección bajo la visión de un Bataille futurista. Es curioso como toda esta maraña de conexiones parida por la sórdida economía del bienestar (sin bienestar individual, no puede haber bienestar social) se complementa con la teoría del wellness definida por Halbert L. Dunn como; método integrado de funcionamiento que está orientada a maximizar el potencial de cada individuo. Esto requiere que se mantenga un equilibrio general continuo en la dirección establecida, dentro del ambiente donde se sitúa. Relación que invita a elucubrar una suerte de teorías quizás no tan conspirativas relacionadas con el valor de nuestra salud general. En definitiva, para nosotros, Human Wealth Corporation, bajo nuestras inquietantes y absurdas prácticas que intentan cambiar al espectador a través de nuestro cyber-circuito-spa, la incertidumbre es el mayor premio.